Once upon a time



Había una vez un príncipe encantador. Era un buen príncipe, galante y tierno. Conocía bien el arte de las palabras y por eso en el reino todo el mundo le escuchaba. Era muy trabajador y también por eso sus súbditos le admiraban. Se preparaba para ser un gran rey.
Un buen día este maravilloso príncipe conoció a una joven y bella princesa y se enamoraron.
Después de varios años de relación decidieron fijar fecha del enlace y todo era felicidad en el reino. El príncipe encantador había encontrado a la que sería una gran reina a su lado.
Como buen embajador de su reino, el príncipe encantador viajaba mucho para mantener las buenas relaciones con los reinos vecinos. Tenía una agenda muy apretada y pasaba poco tiempo en casa.
En uno de sus viajes se encontró con una joven reina a la que había conocido cuando casi eran unos niños.
El reencuentro fue agradable y les dejo a los dos un buen sabor de boca.
Prometieron volver a verse para poner en común sus vivencias en los años que habían pasado sin contacto.
Y así fue. El príncipe encantador retomo en contacto enviando cartas con continuas promesas de volver a verse.
La joven reina contestaba a sus cartas con gran entusiasmo y ganas de un reencuentro. Pero la agenda del príncipe era agotadora y su compromiso con la joven y bella princesa tampoco le daba la oportunidad para hacer una visita al reino vecino.
Así pasaron los años. La joven reina recordaba al príncipe encantador con una sonrisa, porque cuando eran jóvenes ella se había sentido atraída por él. Pero en aquel entonces la aún princesa estaba prometida con otro príncipe algo menos encantador.
La joven reina había renunciado al compromiso en favor de su reino, al que hubiera tenido que renunciar de haber seguido adelante. Y se había dispuesto a gobernar ella misma en su beneficio y el de sus súbditos.
Desde que había ascendido al trono no había vuelto a encontrar un príncipe lo suficientemente encantador como para plantearse compartir su reinado y cuando se reencontró con nuestro príncipe, este sí que le despertó la duda de si sería tan encantador como prometía.
Así que conservo la esperanza de un encuentro durante meses.
Sus misivas seguían llegando y ella, pacientemente seguía respondiendo.
Hasta que un día la reina se despertó agotada y sin fuerzas para seguir contestando a aquellas cartas llenas de promesas que nunca llegaban y le solicito al príncipe que no le enviara mas promesas vacías.
Y así fue, durante un tiempo.
El príncipe encantador desapareció y se centró en su trabajo y en su joven y bella princesa, y en los preparativos de su enlace.
Pero un día el joven príncipe recordó a le reina vecina y volvió a retomar la costumbre de las cartas llenas de promesas, esta vez también llenas de disculpas. Y la joven reina volvió a sentir que quizá si fuera tan encantador.
Esta historia se repitió durante años y un buen día, al fin volvieron a encontrarse.
La joven reina no sabía muy bien a qué atenerse, no sabía si este seria o no el príncipe que buscaba.
Pasaron unas agradables horas juntos, conversaron y se hicieron ciertas confesiones que no llevaban a ninguna parte.
Y es que al joven príncipe se le veía confuso, y la joven reina estaba más confusa aún.
Por no presionar al joven príncipe decidió no desvelar todas sus dudas y sus anhelos.
Después de aquella noche intentaron volver a verse pero el enlace del príncipe estaba ya muy cercano y esto le ponía muy nervioso. Así que la joven reina, con el corazón confuso y terriblemente decepcionada decidió zanjar el asunto pidiéndole al príncipe que no le enviase mas cartas porque aunque no tuviera claro que él era el rey con quien quería gobernar y así unir sus reinos tampoco tenía claro que no fuera así y lo único que si estaba claro en este cuento es que el príncipe se casaría con la joven y bella princesa en muy poco tiempo.
La reina siguió desarrollando sus funciones monárquicas, pero en el fondo de su alma tenía un gran pesar. Creía que no había actuado de acuerdo a las leyes del reino. En su reino la ley más importante era la verdad, nadie mentía, nadie escondía y así nadie se sentía traicionado y ella estaba segura de no haber sido del todo sincera con el príncipe encantador.
Quería buscar la manera de serlo pero el príncipe ya no le enviaba cartas a petición suya, y el enlace estaba tan próximo que era difícil hacer un viaje al reino vecino ya que los accesos estaban colapsados con los invitados a la boda.
A demás ella solo quería decirle que seguía sin saber si era el rey con quien quería gobernar, pero que desde luego, en algún momento había sentido que merecía la pena probar. Que seguramente el nunca sintió lo mismo y que puede que solo fuese un medio de escapar a la presión por la boda y la preparación para ser un gran rey, pero que ella creía que había otra razón, tan incierta y sin sentido como la de la reina. Y que aunque el creyese que lo que hacía era bueno para su reino y para la joven y bella princesa, las cosas que no se hacen de corazón siempre se dan la vuelta.
Pero la joven reina aun no tenía el valor suficiente para enfrentarse al príncipe encantador y decirle lo que pensaba y tampoco tenía la oportunidad de hacerlo.
Así que escribió un pequeño cuento donde decía casi todo lo que no podía decir y lo puso en conocimiento de los juglares, confiando que así llegara al príncipe encantador, sin tener claro aún cual sería el propósito de tan acción. Quizá solo quería liberar su alma, quizá quería dejarle claro al príncipe que no estaba solo, quizá quería hacer honor a las leyes de su reino. Quizá…
Y así termina la historia inacabada del príncipe encantador y la joven reina.

Nashaimm y Paz.

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