Almas gemelas.

Paz esta indispuesta, estará fuera unos días. Así yo tendré tiempo para pervertir un poco este sitio, que como podéis advertir esta de lo más intimista.
Ya que confío en tener algo de público masculino voy a ofrecer un pasaje que tuvo lugar en las frías tierras del norte.
Tras más de doscientos kilómetros de viaje hacia el interior de la tierra de las meigas me detuve en una pequeña villa para reponer fuerzas. Era de noche y hacia frío.
Aparque el coche frente al típico bar de pueblo, sobrio, básico y con apenas media docena de clientes, que por la familiaridad con la que se comportaban diría que eran parte del mobiliario del local.
Tras la barra había una chica joven, no muy agraciada, pero agradable. Y entraban y salían de la cocina un hombre y una mujer que deduje que eran los progenitores de la muchacha.
Empuje la puerta y entre en el bar. Sabia cual iba a ser la reacción de los que allí estaban, así que discretamente me instale en una banqueta al fondo de la barra y pedí una cerveza. Revise el correo electrónico y los mensajes de mi móvil. Tenía varias llamadas perdidas a las que no quería contestar, pero sabía que tendría que confirmar mi llegada antes o después. El sabía que estaría al llegar a mi destino y no iba a parar de llamar hasta asegurarse que el viaje había ido bien. Por supuesto no estaba donde le había dicho antes de irme. De hecho estaba en medio de ninguna parte, sin lugar donde dormir y sin saber muy bien que estaba haciendo.
Así que cogí el teléfono y marque su número. Fingí una voz tranquila y cansada por él viaje; el trayecto fue bien, acabo de aparcar, ahora subiré, si, ella me está esperando, tendré cuidado, un beso, adiós.
La conversación no nos llevo mas, últimamente ninguna nos llevaba más. Esa era una de las razones de estar en ninguna parte, a veces una chica necesita desaparecer y aquel lugar era tan bueno como cualquier otro.
Pedí otra cerveza, no tenia intención de salir de allí hasta q no pudiera sujetarme en los tacones.
Mantuve una corta conversación insustancial con la muchacha de la barra mientras daba cuenta de las dos siguientes cervezas.
Pedía ya la quinta cuando cruzo la puerta.
También era de fuera y estaba de paso, se notaba en su lenguaje corporal. Era alto, aunque no lo bastante, para mí nunca es bastante, con canas, por eso me fije en el, sigo sin poder resistirme a las canas, y unos increíbles ojos verdes que proyectaban una mirada oscura e intrigante.
Se acerco al fondo de la barra mientras recorría mi cuerpo con su mirada, arrastro un taburete hasta colocarlo junto al mío y tomo asiento a mi lado. Pidió dos cervezas a la chica de la barra con una sonrisa picara que hizo que ella me mirara con recelo.
Se giro hacia mí, me sonrió y de pronto me sentí en casa.
Se inclino hacia mí, rozo mis labios con los suyos y pregunto - ¿que tal ha ido el día?- Sin pensar mis labios pronunciaron -una mierda hasta que apareciste-.
Continuamos charlando y bebiendo durante horas como si fuésemos amigos íntimos y no dos desconocidos.
Cuando dos almas viejas se encuentran parece que ni el tiempo ni la distancia tengan importancia.
Con tremenda sutileza nos invitaron a abandonar el bar después de demasiadas cervezas como para mantenerme sobre mis pies sin ayuda.
Nos ayudamos mutuamente a abandonar el bar.
De pronto me encontré atrapada entre una pared y su cuerpo, sentía su calor sobre mi y su respiración agitada.
Nos besamos. Con pasión, sin urgencia, como antiguos amantes que se acaban de conocer.
Subimos en su coche y me llevo a un bar a las afueras. Allí nos tomamos unas copas mientras seguimos besándonos como si ninguno de los dos tuviéramos compromisos.
Después de la segunda copa el deseo fue irrefrenable y decidimos irnos a su hotel.
Subimos a la habitación donde nos quitamos la ropa el uno al otro con deleite, reconociendo nuestros cuerpos con caricias tiernas. Una vez desnudos caímos sobre la cama para entregarnos al placer en todas sus formas durante horas.
Amanecimos enlazados en un abrazo que culmino en un fantástico orgasmo.
Vimos salir el sol entre las sabanas y después de una ducha nos despedimos con un beso.
En aquel momento me di cuenta que hay almas destinadas a encontrarse, almas viejas que ya han caminado juntas anteriormente.
Quizás, solo quizás sepan buscarse cuando necesitan curarse las heridas.
Recogí  mi coche y volví a mi hogar, a unos brazos cómodos, conocidos y carentes de la pasión y empatía que me habían brindado los de un desconocido.


Nashaimm.

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