¿Dónde se fue el amor?


En la adolescencia era realmente sencillo enamorarse.

Recuerdo que con una mirada y un par de sonrisas casi estaba hecho.

Soñabas con la persona elegida y el corazón te daba un vuelco en el momento en el que le veías aparecer.

Con los años ya no era tan sencillo, en la veintena hacía falta algo más de insistencia pero con unos cuantos besos y caricias volvías a notar las mariposas revolotear en tu estómago.

Recuerdo la última vez que me enamoré. Después de varias semanas paseando de la mano, dándonos besos furtivos en los portales y buscando lugares para tener más intimidad me sorprendí mirando embelesada a mi acompañante y al percibir como se me aceleraba el corazón lo tuve claro, era amor.

Con los años se acabó, y una vez superado el duelo te encuentras rozando los 40 y preguntándote ¿Dónde se fue el amor?

Y es que a esta edad las relaciones son fugaces como las perseidas y apenas alcanzas a cruzar unas frases antes de dar paso a la pasión.

¿Y luego qué? Luego nada.

Después de varios encuentros fugaces empiezas a darte cuenta que ya ni si quiera los buscas, que pensar en acariciar otra piel, en vez de resultar reconfortante, lleva asociado a su tacto la decepción y el vacío. Así que deshechas de antemano cualquier conato de romance.

Hasta que un día te encuentras preguntándote de nuevo ¿Dónde se fue el amor? ¿Qué paso con las miradas que arrebolaban las mejillas? ¿Dónde han ido las mariposas?

Y te das cuenta que hace tiempo, sin percatarte de ello, decidiste no volver a ilusionarte para evitar que la desilusión se convirtiera en un hábito, y es así como has hecho de ella tu modo de vida emocional.

Entonces te preguntas si será posible retroceder y dejar que la calidez y la emoción vuelvan de nuevo a tu vida.

Y te das cuenta que a pesar de tus intentos tal vez ya no haya marcha atrás.

Nashaimm.

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