Y no hubo mariposas
Siempre estuvieron presentes, en noches frías y duras de esta, mi tierra
del norte.
Sentí su aleteo al compás de la nostalgia.
Sentí el crujir de las crisálidas rompiéndose, dejándolas salir durante
años evocando una imagen lejana.
Así que me arme de valor y decidí dejarlas volar a su antojo, permitir
el vuelo libre de sus pequeños cuerpos en el mío.
Fue grande la sorpresa al ver que ya no salían de sus capullos.
Y esta vez no le rompí las alas, no les quite el calor ni inunde de
insecticida su entorno.
Simplemente no salieron.
Están ahí, esperando su momento, lo sé porque son mías, me pertenecen.
Lo que no sabía es que el miedo puede hacerlas igual de cobardes que a mí.
Ni los deseos antiguos, ni las ganas pendientes, ni los nuevos afectos,
ni siquiera el clima tropical en el que las envolví consiguieron hacerlas batir
sus alas de nuevo.
Solo el sonido, casi imperceptible de una oruga convirtiéndose en crisálida
fue el único cambio que se efectuó en ese lugar donde guardo los sentimientos.
Su ausencia me confunde, me hace fuerte y me entristece. Hace que me
plantee si algún día romperán esa cárcel que le fabrique y volverán a volar
alegres, sin miedo, sin recuerdos antiguos, sin viejos dolores, si volverán a
ser como aquella vez.
Paz
Precioso, me ha encantado. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti, por leer, por comentar y por hacerme sonrojar.
EliminarDespués de leerlo bien, sólo puedo decir que me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias David, es todo un halago.
EliminarMe ha encantado.
ResponderEliminarGracias
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